El negocio de las ciudades inteligentes
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El negocio de las ciudades inteligentes amplía sus horizontes
El zarpazo del Covid, que refuerza la necesidad de construir espacios urbanos más sostenibles y resilientes, el desarrollo del 5G y la llegada de los fondos europeos abren una gran ventana de oportunidad al pujante ecosistema empresarial que está poniendo los cimientos de las «Smart Cities» en España.
No salen de una saga de superproducciones de Hollywood. Ni de la literatura de ciencia ficción de Isaac Asimov. Las Ciudades Inteligentes, las «Smart City» en voz inglesa, se ensayan ya en el presente de la geografía urbana. Prueba de ello hay a lo largo y ancho del planeta. Y también en nuestro país. Además somos referentes a nivel mundial. Incluso exportamos esta tecnología. Grandes como Madrid o Barcelona, y otras más pequeñas como Málaga, Granada, Logroño, Santander, Alcoy, Torrent… tienen implantado ya diferentes y avanzadas soluciones tecnológicas para ser gestionadas de forma más eficiente y sostenible. Un casting al que empiezan a presentarse también municipios y regiones rurales. En el objetivo está el bienestar del ciudadano, que dispondrá de mejores y más útiles servicios. Y en la trastienda de este filme que parece futurista florece todo un ecosistema de empresas en pleno crecimiento.Las grandes constructoras despliegan infraestructura, las multinacionales de las telecomunicaciones invierten en conectividad, las tecnológicas desarrollan software y aplicaciones… Son las tractoras de un activo movimiento emprendedor de pymes, startup y autónomos, donde las instituciones, desde fundaciones a universidades y administraciones, figuran también como actores principales del reparto. Aquí el papel de la colaboración público-privada adquiere un gran valor. Todo un universo que con el despliegue de la tecnología 5G podría dar un vuelco a nuestras ciudades tal y como las conocemos.
La pandemia ha sido, además, un ensayo general que ha puesto en evidencia la necesidad de reprogramar las ciudades. Las que ya tenían tecnología la han reedirigido a gestionar los flujos de personas, evitar aglomeraciones y conservar el distanciamiento social; han controlado los aforos de lugares públicos (desde playas a museos) a través de cámaras inteligentes y el uso de big data; han reajustado las rutas de los servicios públicos de transporte; han impulsado sistema de pago digitales que evitan los contactos y las colas; han desarrollado apps que conectan a las personas con centros sanitarios o que permiten el seguimiento a distancia.
«La pandemia ha acelerado la necesidad de ciudades más sanas, seguras y sostenibles», sentencia Pablo Hermoso, presidente de la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI).
Sobre el terreno , la Ciudad Inteligente pasa inadvertida para el ciudadano. Sin embargo, «existen aplicaciones que hacen la vida más sencilla, a través de las que se pueden pagar impuestos. Hay app que avisan si un autobús va a llegar en dos minutos o que indican los aparcamientos disponibles en una zona a la que se desplaza una persona», cuenta Adolfo Borrero, presidente de la Comisión de Smart City de Ametic, la patronal de la industria tecnológica.
«Hay que conseguir que los municipios de menos de 20.000 habitantes sean también inteligentes»
El puzzle de las «Smart City» resulta más complejo que disponer de aplicaciones para móviles. Encajan tres piezas fundamentales: son eficientes, sostenibles y confortables. Un estudio de McKinsey&Company revela que aplicar soluciones inteligentes de movilidad recortaría los tiempos de transporte entre un 15% y 20%, eso significa que cada ciudadano ahorraría hasta 30 minutos más al día en desplazamientos en las megaurbes. Algo que conllevaría una importante reducción de las emisiones de gases contaminantes. Por no hablar de los ahorros que se producirían en las arcas públicas. Otro informe de KPMG sostiene que si los ayuntamientos aplican tecnología digital en la gestión de aguas, residuos, alumbrado, movilidad y edificación, pueden ahorrar entre un 20% y 60% de sus gastos. Las prestaciones inteligentes a veces escapan de la imaginación. Hay hasta contenedores de basura con sensores. «Así, solo se recogen y vacían cuando están llenos. De esta forma se optimiza los circuitos de los camiones y los recursos humanos, se ahorra combustible y existe mayor confort en la ciudad porque hay menos ruido», explica Borrero.
Las bondades Y además de todos esos beneficios, la Ciudad Inteligente es un dinamizador económico, creadora de empleo y de nuevos negocios. «Las Smart City son una oportunidad única para invertir, desarrollar, investigar, innovar… Es un ecosistema impresionante para trabajar y crear empresas», cuenta Mariano Barroso, presidente del Clúster Smart City, una alianza de más de 150 empresas e instituciones que trabajan por la Ciudad Inteligente. Daniel González, director general del Clúster, ilustra las oportunidades que ofrece estas urbes hiperconectadas con un ejemplo. «En el río Guadalorce (Málaga) —indica—, un mecanismo de telegestión depura las aguas residuales, las transforma en energía eléctrica y factura cinco millones de euros al año». «Negocios nuevos aparecen en la nueva movilidad, por ejemplo, nuevos servicios de entretenimiento en el coche autónomo o instalación de “hubs” de concentración de vehículos en el perímetro de grandes ciudades u ofertas de transporte de “commuting” (ir al trabajo y volver)», añade Joan Cavallé, managing director de Automoción y Movilidad de Accenture en España, Portugal e Israel.
Sector privado A eso hay que sumar todo lo que está invirtiendo el ecosistema de empresas privadas que apuesta por el desarrollo de estas ciudades. «Son grandes empresas, pymes y startup que actúan en diferentes frentes de las Smart City y luego están las administraciones que apoyan», cuenta Adolfo Borrero. «Existe un movimiento de emprendimiento brutal que hace innovación externa para las grandes corporaciones. Es una comunidad de desarrolladores de pequeñas y medianas empresas, aceleradoras, hackatones… En el campo de la inteligencia artificial muchas startup son contratadas o adquiridas por las grandes compañías», especifica Borrero. «Y luego —continua— hay redes donde lo privado y lo público debaten sobre los mejores casos de éxito que se pueden implementar». «Se están moviendo cientos de millones de euros», afirma. Algo que confirma el propio presidente de la RECI. «La inversión está siendo fuerte y es creciente. Existe una colaboración público privada. Las administraciones invierten junto a las grandes empresas y pymes».
Todos coinciden en señalar que las «Smart City» no progresarán si no lo hace una pieza clave: la digitalización de las administraciones, algo previsto en el Plan de Recuperación del Gobierno, a través del que se canalizarán los fondos que lleguen de Europa para reactivar la economía tras la pandemia. «Es preciso hacer realidad la administración electrónica lo que facilitará la vida al ciudadano y dar formación digital y en tecnología a todo el funcionariado», defiende Pablo Hermoso. «Tenemos una oportunidad histórica para transformar las administraciones. Es vital para lo que proponen las empresas», sostienen Manuel Márquez, socio responsable de Consultoría para el Sector Público, y Mario Carabaño, director del Sector Público e Innovación, ambos de Ernst&Young (EY). Las tecnologías emergentes, la inteligencia artificial, el big data y la analítica de datos en la administración anticiparía muchas necesidades. Como ejemplo: «Si una persona se empadrona en un municipio, ese dato ya permitiría al ayuntamiento enviarle propuestas de servicios como colegios, cheques de libros, tarjeta de residente para uso de aparcamientos…», comentan ambos consultores. Según datos de la Comisión Europea, por cada tramitación electrónica las arcas públicas ahorran 8 euros. «Si se multiplica por las miles de tramitaciones de un país, las cifras son desorbitadas», añaden.
Muchas ciudades inteligentes recibirán un gran impulso con el despliegue de la tecnología 5G. Un gran reto. «Esto permitirá más dispositivos conectados en remoto. Va a sorprender la cantidad de valor añadido que se puede ganar en gestión y eficiencia con esta red de alta velocidad», augura González. Extender la conectividad también será una oportunidad para la España vaciada. «Ahora el reto está en hacer que los municipios de menos de 20.000 habitantes sean inteligentes», cuenta González. Habrá también que regular sobre protección al ciudadano cuando se recojan y usen sus datos… El camino hacia la ciudad del siglo XXI ya está iniciado, construirlo y seguirlo dependerá de todos.